Lucia Maya - Mis cuadros conflictúan (SIC) mucho sexualmente
Actualizado: 16 dic 2020
Después de presenciar una exposición de dibujos o pinturas de Lucía Maya, la pregunta que se plantea uno con mayor vigencia es: "¿Quién está detrás de todo esto?" ¿"Quién es capaz de imaginar a unas niñas jugando a que torturan a sus muñecas, o un autoparto, o un reloj que funciona como corazón, o un rostro humano que es un reloj de sol que señala la hora con la sombra de la nariz?
¿Quién es capaz de dibujar en forma magistral más perturbadoras imágenes del inconsciente?
¿Quién es capaz de codearse con Frida y con Remedios y con Liliana?

LA MUJER
Lucía Maya es una de esas personas que encontró su luz propia, sin necesidad de que la descubrieran para brillar. Con más de 60 exposiciones nacionales y en el extranjero, galardonada con 2 distinciones, tiene publicados "Sueños y Ombligos" y " A la sombra de la Luna". Ha ilustrado los libros: "Plenilunio de la Muñeca" y "Homenaje a Ermilo Abreu Gómez".
Guiada por su talento natural que hace de su trabajo un objeto de interpretación múltiple, a través de imágenes regidas por una especie de lógica del absurdo, que giran con obsesión en torno a las cosas que conciernen a la mujer, fundamentalmente la maternidad y el amor. "Yo soy mujer. La mujer es lo que conozco más"
Me dice Lucía con voz fuerte, ojos fijos y obscuros, nariz aguileña y manos largas, en un ambiente que va encerrando sus palabras. "Yo creo que casi todos los artistas cuentan una historia personal. Yo empecé a contarlas a partir de que me embaracé, porque antes trabajaba más bien cosas muy agradables, temas bonitos . . . (semi sonríe). Mi etapa dulzona".
Luz Marcela.- Hay otros temas recurrentes en tu obra, el tema erótico y el de una serie muy fuerte que se llamó La Casa de las Muñecas.
Lucía.- Sí, quizás mis cuadros conflictúan mucho sexualmente, aunque para cada mujer tienen un significado diferente. He tenido rechazo por parte de mujeres que están muy reprimidas en sus matrimonios y quizá también de muchos homosexuales -no-resueltos, porque tengo amigos homosexuales que no tienen complejos y les encanta mi obra. -Cruza su pierna y agrega: "El dibujar muñecas era como una curiosidad, como recuperar la infancia. Yo empecé a entender esto a través de Gutierre, mi esposo. Es una influencia suya. Casi al mismo tiempo me embaracé, y entonces los cuadros de muñequitas fueron como prefiguraciones de la niña. Aquellas muñequitas que yo empezaba a reconocer empezaban a tener vida. Ya no sabía si eran niñas o muñecas...
Luz Marcela.- También tienes una interesante serie relacionada con Frida Kahlo.
Lucía.- Mi vida y la de Frida son totalmente distintas, pero me gusta su vida y admiro su obra. ¡Me hubiera gustado conocerla! Entonces a través de la pintura hice realidad ese sueño, ese deseo. Pensé que ese homenaje le iba a gustar mucho a ella. Frida es quizá la persona que más he retratado. Acariciando la textura del sillón continúa sincera: "No me gusta hacer retratos, porque la gente siempre espera fotografías. Me gusta hacerlos cuando no tengo compromiso, cuando me da la gana. Incluso muchas veces salen amigos míos en los dibujos, sin yo quererlo, de una manera espontánea. Cuando alguien me provoca deseos de retratarlo me lo aprendo de memoria. Me gusta trabajar imágenes de adentro. A veces ni siquiera me doy cuenta de que lo grabo. Eso no se puede describir, es una emoción bien especial".
Es como soñar, pero no son propiamente sueños porque no estoy dormida, aunque tampoco es un estado de conciencia absoluta. Yo dejo que mi cuerpo se sienta en total libertad, y empiezo a trabajar sin ninguna idea preconcebida.
En el caso de Frida sí trabajé pensando en alguno de sus cuadros, pero generalmente no me condiciono para nada".
SOY ARTISTA
Hablar sobre los estudios de Lucia Maya, que empiezan en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guadalajara en 1971, a los 18 años, es descubrir su juventud y saber del otorgamiento de dos becas: una para estudiar en San Miguel Allende y la otra en España.
"Cuando estudiaba en San Miguel Allende, yo no sabía qué esperaba de la vida, sólo quería vivir y tener experiencia. Me preocupaba aprender, no casarme ni ser pintora... Pero en el Instituto Allende había muchísimos talleres.
Yo elegí todo lo que quise estudiar, y todos los maestros postulaban una apertura increíble, mientras que en España sentí la rigidez de la academia. Ya después estuve en la ciudad de México.
Empecé a pintar, pero el color me molestó cuando me embaracé y por esa causa me dediqué a dibujar y para mí la maternidad fue traumática porque era algo que no esperaba. De repente me encontré preñada y no estaba preparada para eso. Claro que también me gusto vivir la experiencia, pero no la repetiría porque no soy tan buena mamá como quisiera ser. Soy artista y me gusta mi trabajo. Entonces me dedico a veces más a mi trabajo que a mi hija. Después de diez años apenas he vuelto a pintar. Todo lo que he aprendido en el dibujo lo estoy aplicando en mi trabajo al óleo.
Porque yo creo en el oficio. Para mí sería un conflicto, casi me suicido el día que yo no pueda trabajar.
Creo que la vida es lo más padre, pero no quisiera vivir si no pudiera expresarme como me expreso con mi trabajo. Porque creo que si la gente no encuentra su interés primordial para expresarse va a ser infeliz toda su vida.
Cerrando la tarde en su pintura, al despedirme, Lucía exclama espontáneamente:
¡Me gustaría saber lo que la gente piensa de mí trabajo! Un día que tenga una exposición voy a caer de incógnito para ver qué dice la gente …
Seguramente se preguntarían inquietos: “ ¿Por qué alguien osó manifestar libremente en este arte, el sexo, el amor, la vida, la muerte? ¿Por qué despertar sentimientos?
¿Quién está detrás de esto?”
22 Enero/1989
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